México,
D.F., a 14 de octubre de 1993
El
amor.
Dice
el diccionario:
"Amor:
Afecto; sentimiento que nos mueve a buscar el bien verdadero o imaginado y a
desear su posesión".
También
dice:
"Amor:
Pasión; inclinación de un sexo hacia el otro".
Y
también:
"Amor:
Suavidad, blandura".
En
ninguna parte del diccionario dice que el amor es como un bicho extraño que
vive en el ambiente y que puede metérsele a uno en el organismo casi sin
darse cuenta, a través de unos ojos verdes o de unas mejillas coloradas. Y una
vez que eso pasa, queda uno así, como dice la tercera definición: suave y
blando. Una vez que uno adquiere el bicho, el tiempo pasa de manera diferente.
Dos días parecen semana y media. Y no sólo eso, sino que empieza a comportarse
como si tuviera cinco años. No se puede hablar, no se puede pensar
correctamente, ni concentrarse, ni hacer la tarea de dibujo, y uno tiene que
andar volándose las clases de español para hablar con los amigos de esto,
porque de pronto parece que no puede hablarse de otra cosa.
Éste
es un tipo raro de amor, es el que se parece a una enfermedad, porque, por
ejemplo, mis papás se suponen que se sienten amor el uno por el otro, y ninguno
se comporta así como si se le hubieran fundido las neuronas.
Debería,
entonces, existir una vacuna contra eso, así todo sería mucho más fácil.
Sé
que hay otros tipos de amor, como el de los padres y hermanos, o el que se
siente por los amigos, pero Pedro y yo no estábamos discutiendo de eso cuando
nos volamos la clase.
Sebastián Fernández
Brozon,
M.B., Historia sobre un corazón roto... y tal vez un par de colmillos,
Alfaguara infantil, 1ra. ed., México D.F., 2003, pág. 91-93.
Y
si lo aplicamos a mi caso mujer, solo se cambiarían los detalles de
espacio-tiempo y la descripción, pero en si lo que describe es lo que me ha
pasado en mi sentir.
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